El invierno no es invierno
desde que esos ojos tuyos
aprendieron a mirarme así.
Con descaro.
El invierno no es invierno
desde que me regalas
tu calor con un buen
apretón de manos indefinido.
El invierno no es invierno
desde que me levanto
con ganas de amaneceres
en lugar de marcas de sábanas.
El invierno no es invierno
desde que me dejo la bufanda
guardada en el bolso,
y los guantes en casa.
El invierno no es invierno
desde que alargas las horas,
y acortas la incertidumbre.
El invierno no es invierno
desde que el frío lo llevo dentro.
Porque a sol no te gana nadie.
Precioso, Perla.
Muchas gracias